En mis cojones puse toda mi fe
Acabo de volver del tercer partido de playoffs del Estudiantes contra el Madri$. Hemos llegado a perder por quince puntos. Luego en los dos últimos cuartos hemos remontado y hemos forzado la prórroga. La Demencia enloquecía (no, no es redundante). Sin embargo, finalmente, hemos perdido por un punto porque hemos fallado una última canasta.
Luisen, uno de mis mejores (y más viejos!) amigos, estaba sentado mirándose los pies. Santi estaba de pié, mirando al infinito, con la cara medio perdida, sin querer reconocer lo que había pasado ni lo triste que se sentía. Su novia, Ester, estaba sentada a mi lado en uno de los bancos, su pequeño cuerpo encogido y la cabeza entre los brazos. Yo no me sentía demasiado mejor, aunque siempre me dicen que de los cuatro soy el más optimista. Me dispuse a animarles. Le toqué el hombro a Ester… y en ese momento levantó la cabeza. Le miré a los ojos. Una lágrima asomaba en la comisura de uno de ellos. Pero su mirada no era de tristeza. Solo una palabra podía definirla: determinación.
Este, damas y caballeros, es el resumen de un espíritu. De un sentimiento. Yo hace algunos años no lo poseía. Solo era un triste adolescente, muy chulito, pero sin nada que ofrecer al mundo. Y entonces… mi familia adoptiva me encontró. En el Ramiro hallé un tipo de gente que escasea en este mundo. Luchadores.
¿Sabéis qué? Están derrotados. Lo saben. El mundo es mucho más grande. Los demás peces pueden más. El resto de la gente tiene más dinero, es más guapa, hace más gracia y tiene más amigos. Pero no importa. Nada de eso realmente importa. El hecho es que esta gente, mis hermanas y hermanos de la Demencia, del Ramiro y del mundo, lucharán hasta su último aliento por algo que seguramente no puedan conseguir. Y lo harán sencillamente porque merece la pena soñar. Merece la pena gritar. Merece la pena luchar.
Podrán vencernos. Hasta podrían matarnos. Pero no nos rendiremos jamás.
En mi blog del 26/04/05, titulado “Esperanza” escribí lo siguiente: “Si me das la más mínima esperanza sobre algo no pararé de luchar por ello hasta cinco minutos después de muerto”. Este párrafo es un error y a partir de ahora debe ser considerado como tal. En su lugar, debería leerse lo siguiente:
“Si me das la más mínima esperanza sobre algo, la muerte será solo un inconveniente”.
Luisen, uno de mis mejores (y más viejos!) amigos, estaba sentado mirándose los pies. Santi estaba de pié, mirando al infinito, con la cara medio perdida, sin querer reconocer lo que había pasado ni lo triste que se sentía. Su novia, Ester, estaba sentada a mi lado en uno de los bancos, su pequeño cuerpo encogido y la cabeza entre los brazos. Yo no me sentía demasiado mejor, aunque siempre me dicen que de los cuatro soy el más optimista. Me dispuse a animarles. Le toqué el hombro a Ester… y en ese momento levantó la cabeza. Le miré a los ojos. Una lágrima asomaba en la comisura de uno de ellos. Pero su mirada no era de tristeza. Solo una palabra podía definirla: determinación.
Este, damas y caballeros, es el resumen de un espíritu. De un sentimiento. Yo hace algunos años no lo poseía. Solo era un triste adolescente, muy chulito, pero sin nada que ofrecer al mundo. Y entonces… mi familia adoptiva me encontró. En el Ramiro hallé un tipo de gente que escasea en este mundo. Luchadores.
¿Sabéis qué? Están derrotados. Lo saben. El mundo es mucho más grande. Los demás peces pueden más. El resto de la gente tiene más dinero, es más guapa, hace más gracia y tiene más amigos. Pero no importa. Nada de eso realmente importa. El hecho es que esta gente, mis hermanas y hermanos de la Demencia, del Ramiro y del mundo, lucharán hasta su último aliento por algo que seguramente no puedan conseguir. Y lo harán sencillamente porque merece la pena soñar. Merece la pena gritar. Merece la pena luchar.
Podrán vencernos. Hasta podrían matarnos. Pero no nos rendiremos jamás.
En mi blog del 26/04/05, titulado “Esperanza” escribí lo siguiente: “Si me das la más mínima esperanza sobre algo no pararé de luchar por ello hasta cinco minutos después de muerto”. Este párrafo es un error y a partir de ahora debe ser considerado como tal. En su lugar, debería leerse lo siguiente:
“Si me das la más mínima esperanza sobre algo, la muerte será solo un inconveniente”.
Etiquetas: Estu, sentimientos
2 Pensamientos:
Derrota tras derrota hasta la victoria final...Yo estaba allí, y volveré a estar.
Amén hermano.
Publicar un comentario
<< Home