lunes, febrero 19, 2007

Cuando te has ido

Ayer visité el tanatorio por primera vez, por suerte (por ser la primera vez) y por desgracia (por haber tenido que ir). Y este hecho me llevó a descubrir y entender algunas cosas que nunca antes me había planteado.
En primer y más importante lugar, aunque suene a tópico (y soy el primero en reconocerlo) sirvió para que me diera cuenta de las cosas que son realmente importantes en la vida. Uno piensa en su carrera, en sus éxitos, en la casa que tiene, y lo ve todo como factores muy importantes de su existencia. Pero luego, cuando estás metido en una caja de pino y hay gente a tu alrededor llorando por ti, creo que es difícil no darse cuenta de que lo realmente importante es eso: la gente.
Un barrendero y un presidente son iguales cuando están muertos. El inventor de la energía nuclear y el borracho de la esquina no se diferencian en mucho cuando su vida ha abandonado sus cuerpos. Y de igual modo, aunque la Duquesa de Alba viva en una mansión criará las mismas malvas que tú, aunque vivas de alquiler.
Sin embargo, jamás será la misma, la gente que encuentres cerca de un difunto. Cerca de su familia, prestando su apoyo o llorando su pérdida. Y es que es esa gente la que es irremplazable y la que hace que la vida merezca la pena ser vivida.
No se puede ser humano sin contacto humano.
En segundo lugar, he aprendido sobre el consuelo. Las cosas que (por lo menos a mi) lo proporcionan y las que no. Los abrazos que les di a las personas que más sufrían me proporcionaron consuelo (y espero que a ellos también). La misa no. Los besos que nos intercambiamos cuando nos despedimos me dieron consuelo. El sermón no. La cantidad de gente dolida presente me ofreció consuelo. Las flores y coronas no. Las personas sumidas en respetuoso silencio me procuraron consuelo. Las personas que sólo habían ido por figurar y tener buen aspecto no. Aunque supongo, que en esas horribles circunstancias agradeces que venga todo el mundo.
Por último, he aprendido sobre las distintas maneras de enfrentarse a la muerte. Las hay de todo tipo: los que fruncen el ceño, y parecen enfadados no se sabe con quién y buscan un culpable (la tristeza disfrazada de ira, del cuento). Los que lloran desconsoladamente, pensando que nunca volverán a ver a la persona que han perdido y no sabiendo cómo vivirán sin dicha persona. Los que dicen “No somos nadie” o “Ahora está en un lugar mejor” e intentan consolar ofreciendo un semblante inexpresivo (o quizá mejor dicho “no-triste” o “fuerte”). Los que no saben qué decir encontrándose frente a la muerte (entre los cuales, me incluyo) y ofrecen un “Lo siento” y/o un abrazo. O los que intentan disfrazar su miedo y su tristeza gastando bromas, hablando de temas intrascendentes e intentando hacer como que no ha pasado nada pero que sienten una tremenda urgencia por disfrutar más de la vida.
Muchas formas en efecto. Ninguna básicamente fallida, pero todas insuficientes.

La muerte nos derrota a todos. Nos muestra aquello de lo que nunca podremos escapar. Nos hace a todos iguales, nos provoca el mayor dolor que nunca conoceremos, nos proporciona la mayor paz que encontraremos y nos urge a aprovechar la vida como nunca jamás haríamos.
Y sin embargo, siempre se nos olvida el principio más simple que, según creo, fue enunciado por aquél al que llamaron Jesucristo: “Para conquistar la muerte, tan solo tienes que morir”.

2 Pensamientos:

Anonymous Anónimo pensó...

Respeto el artículo que has expuesto, porque son tus sentimientos y forman parte tí. Es cierto que lo importante son las personas, pero no solo en la hora de la muerte, si no también en la vida, las que te acompañan a lo largo de tu vida, ya sea un camino largo o un trozo corto...pero te apoyan y están contigo en todo aquello que necesites. Lo importante es de quien te sepas rodear en la vida, porque cuando te mueras dará igual quien esté llorando en tu funeral...no estarás para verlo. Y quien te reconforte en tu vida, es lo que sentirás realmente, no después de tu muerte.

Muchos besos.

2:39 p. m.  
Anonymous Anónimo pensó...

Afortunadamente (y dífícilmente puedo remarcar lo bastante esta palabra) aún no he tenido que enfrentarme a la muerte, así que poco puedo aportar de mi experiencia. Sin embargo, básicamente coincido contigo: es el impacto que tenemos sobre la gente lo que nos define en última instancia, y por lo que seremos recordados.

"Arrepentíos, pues mañana moriréis"

4:38 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home