sábado, junio 14, 2008

La Venganza del Escorpión

Sucedió la última vez que los clanes de Rokugan entraron en guerra para aplastar al clan Escorpión. Una importante y poderosa daimyo Matsu decidió aprovechar la ocasión para ampliar sus dominios. A tal efecto reunió un ejército e invadió las tierras que lindaban con las suyas. La campaña no fue demasiado larga y terminó un frío día de invierno, cuando la Matsu y sus tropas conquistaron el castillo Escorpión que gobernaba esas tierras. En un último duelo en el patio del castillo, la conquistadora se impuso al daimyo Escorpión y lo atravesó con su katana. Las últimas palabras del moribundo señor del castillo fueron una maldición tan sonora que todos los presentes pudieron oírla (incluyendo los Escorpión ocultos en las sombras). El daimyo clamó que si la Matsu no mataba a su primer hijo, este la mataría a ella. Estas palabras fueron oídas por el joven Bayushi Kenshiro, el primogénito del fallecido daimyo, y el plan comenzó a tejerse.

Pocos años más tarde, cuando había olvidado estas palabras, la Dama Matsu se despertó fuera del castillo en el lugar exacto en el que decapitó al daimyo Escorpión, y acunando entre sus brazos la ancestral espada de su antiguo enemigo. No había sido dañada en modo alguno, pero estaba allí sola, a la intemperie. Volvió a su casa y poco después... descubrió que estaba embarazada. Sus consejeros y sacerdotes no acertaron a encontrar explicación a lo sucedido y pese a la controversia (y las dudas de la propia Dama) se decidió seguir adelante con el embarazo. Kenshiro pasó a la siguiente fase del plan.

A pesar de su estado, la Matsu siguió entrenándose y actuando como samurai, solo para encontrar otro motivo para la preocupación. Parece ser que estaba perdiendo su habilidad marcial, algunos días apenas podía levantar su katana, mientras que otros se le escapaba de las manos. Y mientras la Dama lloraba amargamente en sus habitaciones no era capaz de imaginar que alguien realmente hacía que su espada pesara más unos días y menos otros. El plan continuó.

La gente comenzó a murmurar. Las voces decían que la Dama bebía cada día más. Algunos incluso aseguraban haberla visto tambalearse. La propia Dama no podía conciliar el sueño, porque los rumores eran ciertos. No importaba el poco sake que tomara, o incluso si no lo bebía en absoluto. La simple agua tenía en ella un efecto embriagador que atontaba sus músculos y ofuscaba su mente. Nadie pensó que podían estar drogándola. En las sombras alguien sonreía.

Una mañana un grito resonó en el castillo. Los sirvientes entraron raudos en las habitaciones de la Dama y temblaron de terror. La Matsu se encontraba vistiéndose, y su grito se produjo al encontrarse desnuda. Cuando vio que su abdomen, donde albergaba a su hijo nonato, se había tornado negro y sombrío como un pozo del infierno, su cordura sufrió el mayor golpe. Y en las sombras alguien se regocijaba.

La Matsu se sobrepuso a sus problemas, decidió que todo podía fallarle, que quizá la habían maldecido pero que su honor sería su escudo. Como Akodo, tomaría su honor con su diestra y se enfrentaría a todo lo que la amenazara. Decidió volver a entrenarse todos los días y a la mañana siguiente tomó la katana de sus ancestros y se plantó en el patio del castillo para que todos vieran su resolución. Más lo único que vieron todos fue su desgracia, pues cuando desenvainó la espada ancestral de su familia la encontró oxidada y podrida, maldita, como todo lo demás en su vida. El plan se consumaba.

Finalmente la Dama dio a luz a un hermoso niño, y los sacerdotes lo interpretaron como un buen augurio. Sin embargo la Matsu no quiso ni mirar a la cara a su hijo y esa misma noche se sentó en el salón del castillo para decidir si debía desterrarlo, matarlo o desheredarlo, pues ella sabía que era la causa de todos sus problemas. A su espalda oyó un ruido y al volverse encontró a un joven descolgando de la pared la ancestral espada de los Escorpión.

- ¡¿Quién eres?! ¡¿Cómo te atreves a entrar aquí y molestar a tu señora?!
- Mi nombre es Bayushi Kenshiro. Y solo estoy tomando lo que es mío.
- ¡Eso es imposible...! – Dijo la Dama mientras Kenshiro desenvainaba su espada.
- Me temo que no lo es. Perseguiste y mataste a mi familia pero yo escapé y después de estos años un Bayushi, mi hijo, volverá a gobernar estas tierras. La venganza es mía.

Tras decir esto, Kenshiro lanzó un potente golpe con su espada. La Matsu intentó pararlo, pero su oxidada hoja no era rival para el ancestral acero Escorpión y se partió en pedazos. El golpe separó la cabeza de la dama de su cuerpo.- Descansa en paz, padre.

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1 Pensamientos:

Anonymous Anónimo pensó...

No me gustan las venganzas ni las catanas...y después de leerlo ésto, mucho menos :O
Jolín, con la historia...se las trae...muy oscura para mí.

Muchos besos, escorpión, jeje.

4:00 p. m.  

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